jueves, 12 de marzo de 2009

Devoluciones

- Buenos días.

El individuo que acababa de hacer tintinear las campanillas llevaba un sombrero de fieltro oscuro y un enorme y poblado bigote gris. Tenía, además, el aire de quien no tiene muy claro si está donde tiene que estar.

- Dígame, ¿en qué puedo ayudarle? - le pregunté.

El hombrecillo, su pecho apenas sobrepasaba el mostrador, me miró como mira un niño pillado en falta.

- Necesito que me haga un favor.- lo dijo encogiendo los hombros bajo la gabardina mojada por la lluvia que arreciaba fuera.

- Usted dirá...

Tuve la impresión de que aquel hombre no buscaba tuercas ni tornillos, ni nada que pudiera ofrecerle mi ferretería.

- Necesito que me devuelva su noche de hoy.

Me quedé perplejo, sin comprender qué me pedía exactamente.

- ¿Esta última noche, quiere decir?

El hombrecillo asintió con la cabeza y guardó silencio, como si todo hubiera quedado explicado y aguardara a que yo accediera a su petición. Durante unos instantes sólo se escuchó a la lluvia golpear los adoquines.

- Pero...- me repuse - ¿Por qué habría yo de devolverle la noche pasada? Y lo que me parece más importante, ¿cómo?

Apareció una sonrisa bajo su bigote de león marino.

- ¡Oh! Eso es sencillo. Sólo tiene que contarme lo que hizo desde las ocho de la noche hasta las seis de esta mañana.- Ante mi cara de extrañeza, aclaró: - No hace falta que sea muy preciso, ya rellenaré yo después los huecos...

La confusión y, lo admito, la curiosidad, me impidieron echar a aquel tipo de mi tienda. A fin de cuentas, no había otros clientes que atender. El hombrecillo era la única persona que había entrado en toda la mañana y con la que estaba cayendo no esperaba que hubiera muchos más. Nadie se arriesga a un resfriado por unas tuercas.

- Pero no ha contestado a mi pregunta, ¿qué obligación tengo de devolverle mi noche?

- Pensé que lo había comprendido.- dijo, abriendo mucho los ojos, como un profesor decepcionado por su mejor alumno.

- Pues no, no entiendo absolutamente nada. -admití, y, de manera absurda, yo era el estudiante triste por decepcionar al maestro.

- Es muy sencillo, caballero.- se quitó el sombrero mostrando una brillante calva que contrastaba con las gruesas y largas cerdas de su bigote. - Me presento, me llamo Tiempo.

- ¿Tiempo?

- Sí, eso es, Tiempo, soy ése que convierte a los risueños niños en viejos sin esperanza, ése que pasa rápido o lento, según quien lo mida, y que aplasta como una losa los sueños y las esperanzas. Ése que convierte el futuro en...

Decía todo aquello con afectación y tuve la sospecha de que lo había ensayado. Me lo imaginé frente al espejo, con el sombrero entre los dedos y el bigote agitándose con cada palabra acentuada: “¡Me-llamo-Tiempo!”. Y no pude evitar sonreír. De repente me di cuenta de que aquel hombre había dejado de hablar y esperaba mi reacción, mirándome muy fijamente, la calva reflejando la luz de la única y vacilante lámpara que colgaba del techo.

- Vaya... Así que es usted el señor Tiempo... Lamento no haberlo comprendido antes. Y, dígame, ¿cómo es posible que a alguien como usted se le haya pasado una noche?

De pronto sus mejillas enrojecieron y durante unos instantes dudó, como si buscara una excusa o las palabras adecuadas. Por fin, inclinándose sobre el mostrador, de puntillas, y, casi a regañadientes, confesó:

- Tuve una cita.

- ¡Tuvo una cita! - exclamé dando un manotazo al mostrador de madera.

- Ssshhhh. Baje la voz, que puede oírnos.- y miró a su alrededor como si esperara que de pronto apareciera alguien por la puerta.

- ¿Quién puede oírnos?

- ¡Pues quién va a ser! ¡Ella! - susurraba y parecía muy nervioso y repentinamente ofendido.

- ¿Quién, la mujer con la que salió anoche?

Su enojo era evidente, como si, de nuevo, todo fuera evidente y yo no entendiera nada. Se acercó aún más a mí y casi podía notar su bigote rozar mi cuello.

- Ella... Muerte... - casi no podía oír su voz - Se va a enfadar mucho si se entera de que he perdido una noche entera.

- Sobre todo si se entera de que fue porque estuvo usted de juerga.

- ¡No haga bromas! Esto es muy serio. ¿Va a hacerme usted el favor, o no?

Ahora me miraba suplicante aunque también visiblemente fastidiado por tener que pedirme a mí, un simple mortal, que le sacara las castañas del fuego. Y encima, un simple mortal que, tenía que darse cuenta, no se lo tomaba demasiado en serio.

- Haremos lo siguiente - propuse - Usted me cuenta su cita y yo le cuento mi noche. Y no me vaya a decir que no tiene tiempo...

- No le hizo gracia o no escuchó la broma.

- ¿Por qué quiere saberlo? - se le habían encendido las mejillas y la calva, donde brillaban algunas perlas de sudor.

- Me parece lo más justo, ¿no cree? Yo le doy mi noche y usted la suya.

El hombre resopló y comenzó a tamborilear en el sombrero mientras concentraba la mirada más allá de los cables, los enchufes y las herramientas que se acumulaban en las estanterías. Sus dudas llenaban de silencio la ferretería mientras afuera tronaba, y temblaban las cristaleras y susurraban las campanillas, un susurro agudo y extraño. Yo le miraba con los brazos cruzados tras el mostrador.

- Está bien - se decidió- pero empiece usted...

Sonreí. Nunca antes me había encontrado con un adulto tan infantil.

- ¡Venga ya! No me venga con esas, ¿con quién salió anoche?

El hombrecillo refunfuñó y se atusó el bigote, mirándome con impotencia.

- Es usted imposible, caballero. ¡Imposible! Pero está bien, empezaré yo ya que es usted tan cabezota. Ayer salí... - hizo una pausa que pretendía añadir emoción – Ayer salí con la señorita Otoño...

No podía ser de otro modo y no me sorprendió, a pesar del tono apasionado y exultante con el que pronunció aquel nombre; a pesar de la enorme y boba sonrisa que apareció de entre aquel bigote; y a pesar de que, en realidad, nadie podía tener ese nombre.

- Y, claro, la señorita Otoño es...

- Para vosotros representa la caída de las hojas y la llegada de la lluvia y el frío...

- Vaya, yo siempre hubiera dicho que el otoño es un hombre..

- No, caballero, una señorita, la mujer más delicada e inteligente, y la más bonita que pueda contemplarse.

- Entonces, la señorita Primavera...

- ¡El señor Primavera! - su bigote subrayó la frase- Es un hombre. Homosexual, eso sí. Insoportable y caprichoso, todo el día haciéndose notar, llamando la atención... Y eso cuando no está deprimido, entonces es peor, todavía más inaguantable... En cambio, la señorita Otoño...

- La llevaría a cenar, supongo.

- ¿A cenar? - me miró algo perplejo – No señor, paseamos.

- ¿Pasearon? ¿Toda la noche?

- Sí, paseamos. Hacía una noche magnífica. Y no dejamos de conversar...Además, su concepto de “toda la noche” es algo distinto del mío, como usted comprenderá... -de repente, recordó algo – Por cierto, tengo curiosidad: ¿no notó usted nada?

- ¿Yo? ¿Notar qué?

- No sé... Toda la noche sin mi presencia. ¿No notó nada especial?

Recordé lo que había hecho la víspera y me sorprendí a mí mismo al darme cuenta de que en realidad sí había algo, una sensación difícil de definir, apenas una intuición, como si... Sin darme cuenta, me apoyé en la estantería y el contacto frío y duro en mi espalda me sobresaltó. La intuición se escapó entre las baldas y en su lugar reapareció el rostro expectante y algo congestionado del hombrecillo.

- No, nada. - corté tajante.

- ¿No? Ah... Eso sí que es raro, pensé que... - de nuevo, aquella mirada de profesor decepcionado– En fin, le toca a usted, devuélvame su noche y así podré irme. No es usted la única persona con la que tengo que arreglar cuentas esta mañana.

Y yo le conté mi noche. No toda, por supuesto, ni con todos los detalles, aunque él no pareció darse cuenta. Cuando terminé, no tardé mucho, el hombre sonreía de satisfacción. Se colocó su sombrero, se atusó el bigote y salió de mi ferretería, dándome con mucha efusión las gracias. Luego desapareció calle abajo, encogido en su gabardina.
Más tarde, rodeado del rumor moribundo de la lluvia, repasando lo que había ocurrido, me di cuenta de que, al intentar acordarme de lo que había hecho la noche anterior, el recuerdo era mucho menos nítido, más grisáceo que cuando lo recordé la primera vez para el estrafalario individuo, como si fueran recuerdos ya usados, de segunda mano.
En ese momento, alguien abrió la puerta y tintinearon las campanillas.

6 comentarios:

  1. Let's go, por partes baby.

    Primero, gramaticalmente, un apunte: "sólo se escuchó A la lluvia golpear los adoquines."..... ¿A?. Ese A te sobra. Si la lluvia fuese la Señora Lluvia o el Señor Lluvia entonces sí. Pero normalmente escuchamos la lluvia, sin más. (Bonita cagada XD).

    En cuanto al tema: muy original. Igual después de haber visto Watchmen (tú y yo) era un poco una evidencia... personajes poco realistas. Pero mola. Mola cómo has caracterizado a los personajes y cada uno distinto del otro.

    Cómo has llevado el relato "mola". Entre comillas. El suspense del principio contrasta con los toques de humor, mola. ("Haremos lo siguiente - propuse - Usted me cuenta su cita y yo le cuento mi noche. Y no me vaya a decir que no tiene tiempo..." jajajaja suena a puya de esas que me tiras de vez en cuando! :P). También me gusta la idea de darle la vuelta a las ideas preconcebidas: Otoño una señora y Primavera un señor. Está chulo. Jeje.

    Pero tengo un gran PERO. Te cargas la esencia de la escena. Nos quedamos sin saber qué pasó la noche anterior. La escena gira en torno a eso. Has explicado por qué Tiempo necesita saberlo pero el final es como de "bua me lo liquido con tres frases y fuera". Muy bien escritas eso sí. jeje. Te has recreado con lo que envuelve la trama real, y lo que realmente importa... Y creo que eso hace que el suspense que va creciendo poco a poco, de repente se esfuma y es como "ah, pues vale..."

    Bueno, es mi opinión, you know. Que siempre me puedo equivocar. Y sabes que te lo digo with all my love. :D.

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  2. cuéntanos la noche del ferretero no?? o nos estás dejando con la intriga para la próxima entrega??
    me he imaginado al tiempo como un enanillo con cara de reloj y unas manecillas hechas de bigote :) en plan el reloj de la bella y la bestia.... jaja
    y quién entra en la tienda al final? muerte? otoño? primavera? verano e invierno supongo que tb tendrían derecho... o alguien que arriesga un resfriado por un cerrojo de buzón por ejemplo?...

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  3. Es una historia del estilo de El Viaje de Chihiro o El castillo ambulante, o por lo menos a mí me recuerda (ya te he dicho, que inconscientemente me he imaginado así a los personajes...)Y son dos peliculazas, así que, por lo menos a mí, me has convencido totalmente.

    Besotes

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  4. no te dejo crítica constructiva, que arriba ya tienes muchas


    ¿este blog no lo dejaras, no?


    Cris.

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  5. me lo he imaginado perfectamente.y he escuchado la lluvia

    (eso, cuéntale la noche del ferretero y que ella me la cuente luego a mi)

    yo apuesto que quien entra por la puerta es...

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  6. Seguro que ya me dabas por perdido. Pero no.

    Como ya te comenté me gusta. Tienes bastante arte con las descripciones y esa manera de sacar adjetivos de la manga. Y a mi sí que me parece muy bien que no cuentes la noche. No importa ni hace falta para nada. Lo que quieres contar, lo cuentas y bien, y es curiosa esa personalidad del tiempo. Bien definidas.

    Me sale mejor comentar esto que la poesía, jejeje.

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