miércoles, 9 de septiembre de 2009

Un buen día. (Cover)

II.

Nunca me ha gustado el neón que da nombre al garito. Rosa y verde, trepa el muro por encima de la puerta como una hiedra fosforescente que se apaga y se enciende sin descanso. Es el cartel que yo pondría a mi puticlub para asegurarme de que los camioneros lo ven desde sus cabinas.
Solitarias cabinas en penumbra.
Pero el Roy no es un club de carretera, es un bar y se salva por la música que pincha Miki y porque Clara no va a venir esta noche. Aún así, al atravesar la puerta no puedo evitar buscarla con la mirada. Por un instante la veo bailar, como siempre sola, en el centro de la pista, el cuerpo hipnotizado, el pelo ondulado que le cae con un tembloroso roce sobre los ojos cerrados, y el cigarro, el cigarro que prende la vacía oscuridad del Roy y deja estelas encendidas. Pero no, no está, y hay algo que se mezcla en mí: el sabor amargo de la nostalgia y el alivio de saber que no voy a verla.
Vamos hacia la barra. En un extremo, dos o tres personas beben con sus cubatas y los codos apoyados en el mueble, y mueven las cabezas al ritmo de una canción de Pearl Jam. No sé cuál es. Al fondo de la sala, parapetado tras una mampara de cristal, Miki es una sombra que se mueve frenética a los mandos de una pequeña mesa de mezclas. De repente, se detiene y asoma su cara. Nos ha visto y saluda con una mano que emerge como una marioneta.

- ¿Qué quieres, Jota? – me pregunta Flo.

Me lo pienso dos segundos. Ya vale de cerveza por esta noche.

- Un whisky con coca-cola.
- Otro – apoya Eric.

Floren pide para los tres. El camarero es nuevo o al menos nunca lo había visto antes. Casi siempre está Marta, una chica silenciosa con una estrella tatuada en el codo, una estrella muy parecida a la que tiene Clara en la espalda, entre los dos omoplatos, un camino cerrado de tinta sobre la piel en el que tantas veces me he perdido. Pero, a diferencia de Clara, Marta tiene la piel muy blanca, teñida de noches tras la barra. Alguna noche, siempre algo pasado, le he dicho que parece una vampiresa, y ella ríe con una risa breve. Las últimas veces que he venido al Roy Marta ha dejado caer un par de sonrisas no tan breves y algún chupito de más pero entonces siempre aparece la estrella en su codo y a mi se me derrumban las ganas.
El camarero nuevo trae las copas. Le tiendo un billete a Floren pero este niega con la cabeza, me hace un guiño y paga él.

- Tú guárdate el dinero para luego, que esta noche va a ser larga y me parece que hay mucho que ahogar. – y sonríe.

Puto Floren. Es un cabrón, un cabronazo, pero por detalles tontos como éste se me olvida. Acepto y le doy las gracias. Suena X.Y.U. y el whisky sabe demasiado a coca-cola, y de pronto tengo ganas de irme a casa y enterrarme en las sábanas, aunque sé que será inútil, que será peor, que no podré dormir y el silencio y el vacío de mi habitación amplificarán el dolor. Por eso me quedo donde estoy, clavado frente a la barra, frente a Flo y Eric. Y de repente me veo como un maniquí que contempla su vida a través del cristal, y mis amigos me saludan desde el otro lado y luego siguen su camino por la acera, se pierden entre los transeúntes sin rostro. Sven saluda sonriente al pasar, borracho, y grita “¡que se jodan los rubios!” También está Marta, da un beso al cristal y desaparece. Sólo queda la marca de sus labios que se desvanece poco a poco. Y yo quiero salir, romper el cristal de un puñetazo y ser uno más y caminar, pero algo me ancla con fuerza al escaparate. Es el pasado, que se repite una y otra vez, como las fotos en esos prismáticos absurdos que se compran los turistas.
Clara.
Clara y su piel de aceituna, y ese tatuaje en el que nunca pasan las horas.
Clara y su manera de coger el cigarro, como un macarra con chupa de cuero.
Clara desnuda entre las sábanas, que se estira como un gato pero luego te mira con cara de cachorrillo para pedirte que le hagas café. Muy fuerte, susurra sabiendo que yo ya lo sé, que me he aprendido esa lección hace tiempo.
Clara y sus teorías absurdas sobre todo, y su voz de humo al contármelas, y sus ojos que huyen del sol tras las gafas de sol enormes.
Clara bailando en el Roy o en cualquier bar, porque ella baila de la misma manera en todos.
Pero hoy no está, aunque la imagine dibujando con su cigarro caminos de fuego en la oscuridad del Roy. Porque me doy cuenta de que aunque no quiera, necesito verla. Que es demasiado raro estar aquí sin ella, demasiado; porque que no esté aquí debe de ir contra alguna ley cósmica que han derogado y yo debo ser el único imbécil que no se ha enterado y todavía espero tenerla a mi lado, verla bailar hasta que se canse y me diga entre caladas que hoy duerme en mi casa.
Bebo un trago de mi copa que no sirve para llenar el hueco en mi pecho.
Hago un esfuerzo por escuchar la conversación entre Eric y Floren.

- Lo sé…
- ¿Lo sabías?
- Claro, me enteré hace un par de semanas pero no me lo ha dicho él…
- ¿Y lo de Judit a qué coño venía?
- Que se joda, nunca cuenta nada…
- ¿De quién habláis? – interrumpo.
- De Migue, que tiene novia. ¿Tú lo sabías?

Migue tiene novia. Vuelvo a sentirme un extranjero perdido sin mapa en mi propia vida. A pesar de la penumbra, la expresión de mi cara ha debido de ser lo suficientemente elocuente porque Eric niega con la cabeza y me mira como si acabara de llegar de algún sitio muy lejano, y Flo no puede evitarlo:

- No, claro que no lo sabe, éste qué va a saber, si lleva tres semanas sin salir de su cuarto…

Flo es un cabrón.

- ¿Desde cuándo tiene novia? – pregunto, intentando ignorar el vacío que se hincha y oprime el esternón.
- Desde hace casi un mes – explica Eric.
- ¿Y quién es? – Migue tiene novia. ¡Plop! Algo en mi pecho estalla como un globo de cumpleaños.
- No lo sé, una del curro, creo. Pero no me dio muchos detalles…
- Claro… Por eso pasa de Judit… ¿Y por qué coño no dice nada?

Eric se encoge de hombros y da un sorbo a su copa. Apenas quedan los hielos y un fondillo de whisky descolorido.

- Ya sabes cómo es

Deja la copa sobre el mostrador.

- Flo, ve pidiéndome otra, anda. Ahora te la pago…

Luego me mira y hace un gesto hacia el baño con la cabeza. Yo acepto en silencio casi con alivio.

- Pídeme a mí otro también.

Flo asiente con la cabeza y por un instante se queda mirando cómo nos alejamos, y yo noto que junto a él, en la barra, se quedan Clara, Marta y Miguel. Lejos del baño y sus espejos.

1 comentario:

  1. oye, tú sabes que escribes muy pero que muy bien??? (voy a por el I.)

    mua!

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