jueves, 9 de diciembre de 2010

Ejercicio nº 5

La firma es muy bonita. La caligrafía se parece a la de su abuela, pulcra, como recién sacada de un cuadernillo Rubio. Es sencilla: destaca la inicial, una A aérea que se extiende con una amplia curva por debajo del resto de letras redondeadas y correctísimas: Angelines Luján. Muy sencilla y muy bonita. Y ese nombre aún no lo tiene.
M. coloca el recibo con la firma en el cajón de los recibos, en un montón separado del resto. Es ya el tercero que guarda hoy y eso le hace sonreír. Por poco tiempo: hasta que se encuentra con la cara de su jefe.
- Un poco más de vidilla, hija mía, que la señora no tiene todo el día.
La señora en cuestión mira a M. entre impaciente y satisfecha por la intervención del jefe. M. piensa que lleva demasiado colorete y que el rosado de las mejillas no casa bien con los ojos de arpía. Pero no dice nada. Su jefe desaparece y M. pone en marcha la cinta y empieza a pasar los productos por el escáner. Un kilo de tomate. Plic. Una caja de cereales. Plic. Cuatro yogures desnatados. Plic. Una bolsa de espinacas frescas. Plic. Una caja de preservativos.
M. no puede evitar una mirada de reojo a la señora.
Plic.
Una bandeja de escalopines de pavo. Plic.
- Son veintiuno con cincuenta, por favor.
La señora le tiende la tarjeta y el DNI con desgana. M. comprueba el nombre y pasa la tarjeta por el lector. Mientras se imprime el recibo, M. se lleva las manos a la espalda y la estira: demasiadas cajas de leche demasiado pesadas, demasiadas horas sentada sobre un taburete demasiado duro. Luego intenta adivinar cómo será la firma de la señora. Cursi, llena de curvas y adornos, seguro. Del hilo musical llega la voz de Paulina Rubio.
La impresora deja de graznar. M. arranca el recibo y se lo da a la señora junto con un bolígrafo. La señora firma y se va. Sus tacones repiquetean contra las baldosas. M. mira el papel: Raquel Fustigo. Y la R y la F son como árboles de los que salen líneas como ramas por todos lados.
M. vuelve a sonreír. Guarda el recibo en su sitio, con el resto de firmas vulgares.
Por ahora no tiene clientes. M. mira el reloj: le queda una hora y media para irse. Espera un poco pero no viene nadie. Después de Paulina Rubio suena Lady Gaga. M. se sabe de memoria el orden, el nombre y, a estas alturas, hasta la letra de las canciones. Todas las mañanas se resiste a tararearlas. Busca a su jefe: está ocupado hablando con el carnicero. El jefe golpea continuamente con el dedo una carpeta y habla muy cerca de la cara enrojecida de su empleado. El carnicero escucha encogido y asiente sin decir palabra. Varios clientes esperan al otro lado del mostrador. M. sabe de sobra como es la firma de su jefe, la ha visto muchas veces: angulosa, con las letras muy cerradas y una línea firme y recta que subraya el nombre: Luciano Ramírez. En cambio, no sabe como es la del carnicero pero se la imagina amplia, ventruda, y las os y las aes muy redondas: Mariano Cardeñosa. Mariano es un nombre que no tiene todavía. M. está segura de que su firma quedaría muy bien en sus álbumes.
M. sigue sin clientes pero no se decide. Y la culpa es de un flamante cartel que apareció hace dos semanas en la nave de enfrente: Mercadona. Esas nueve letras, verdes, recién estrenadas, fueron como un resorte para el jefe: salió del despacho para no volver a entrar y se dedicó a perseguir a los empleados por los pasillos, a vigilar sin descanso a las cajeras desde una esquina, a medir el ancho de los filetes que se cortaban en carnicería... Y también se le empezó a caer el pelo. Al pensarlo, M. casi siente lástima por él pero entonces la espalda le pega un mordisco y ésa es la única excusa que necesita. Coge los tres recibos, comprueba que su jefe todavía está ocupado y se dirige al despacho.
La lámpara del cuarto tiembla con un zumbido metálico. Sin el bullicio del supermercado, el hilo musical suena como si Lady Gaga estuviera dentro del despacho. M. ignora el desorden de folletos caducados, de etiquetadoras y muestras de productos, y se acerca a la vieja fotocopiadora. Coloca los tres recibos bajo la tapa –tres nombres nuevos para su colección: Juan Manuel, Feliciano y Angelines- y aprieta el botón. El folio con las tres firmas aparece enseguida al otro lado de la maquina. M. sonríe satisfecha y se guarda los originales y las copias en bolsillos distintos.
En ese momento, la puerta del despacho se abre de golpe. Por ella aparece un hombre cargado con una caja.
- Hola. ¿Dónde dejo esto?
M. mira a su alrededor buscando el lugar adecuado pero en realidad no importa mucho.
- Ahí mismo, donde pueda.
El hombre deja caer la caja con cuidado.
- ¿Qué es?
- ¿El qué?
- Lo que ha traído.
- Ah.
El hombre parece no estar muy seguro.
- Creo que son máquinas para que firmen los clientes cuando paguen con tarjeta. Como ésta, mire.
El hombre le tiende una máquina negra con una pantalla en el centro que brilla sin fuerza. Una especie de bolígrafo de plástico pende de un cordón también negro. M. se nota torpe al coger la máquina, como si sus manos se resistieran.
- Para ahorrar papel, ya sabe.
Sí, M. las ha visto en otras tiendas. En El Corte Inglés, y está segura de que también las tiene el nuevo Mercadona. Para ahorrar papel, se repite M. El progreso, piensa, y el progreso le parece una porquería: una pantalla pálida en la que apenas cabe una firma; letras, rectas, curvas reducidas a cuadraditos verdes; bolígrafos de plástico sin vida. Y M. sabe que, si a su jefe no le da un infarto por el camino, el progreso no se va a detener ahí.
- Ya que está, ¿me puede firmar la entrega?
M. coge el bolígrafo negro, observa la pantalla, duda. El hombre insiste.
- Es muy fácil, es igual que en…
- Ya, sí, igual que en papel, ¿no? Pero no. No se la voy a firmar. Mejor que busque a mi jefe, estará ocupado persiguiendo a algún empleado.
M. no espera a la reacción del hombre. Sale del despacho con la mano en el bolsillo, rozando el papel con las yemas de los dedos.

2 comentarios:

  1. Sigue así y no pares de escribir...

    Felices fiestas y feliz año nuevo!

    Saludos desde BCN,

    Javier

    ResponderEliminar
  2. Me encanta!!!, Es fantástico.

    [ Sí, en el mercadona lo tienen, pero la firma no sale igual :( ]

    ResponderEliminar