miércoles, 3 de marzo de 2010

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Suena The Things You Cherish Most. Un pequeño rayo de sol cruza una frontera sin saber que hay una frontera. Se posa sobre los dedos de tus pies, de puntillas para no hacerte cosquillas. Tú, tendida en el sofá, rompes todas las fronteras del mundo, dibujas un nuevo mapa en tu piel desnuda, un mapa donde no hay puestos de control ni guardia fronteriza. Cojo un rotulador negro y marco cada accidente geográfico para el viajero imprudente. Cada lunar, cada arroyo de arrugas, los largos valles de tu espalda. Me guardo alguna senda sólo para mí. Si me guardas el secreto, prometo perderme cualquier otra noche.
Tú fumas y el cigarro desprende un susurro azul eléctrico.
Termino de dibujar el precipicio de tu cuello. Me siento a descansar entre tus labios y desde allí veo a un viajero, no soy yo, asomado a las alturas. Llora, y creo que llora porque sabe que no volverá a recorrer tus recodos. Salta. Trato de impedirlo pero es demasiado tarde y su cuerpo desaparece en un mar oscuro y salvaje. Me siento aliviado, no debería.
Decir que enfrentarme a tus pechos es un reto sería mentir. Si hay un riesgo es el de demorarme y no acabar la tarea. Por eso, bajo la mirada al suelo, me concentro en las líneas que voy dibujando, una a una, como una procesión de devotas hormigas que trepan hasta tus pezones. Desde allí arriba se ofrece todo lo que me queda por recorrer. Tus ríos, todos los ríos, que desembocan en tu ombligo. Tus piernas y a lejos los minúsculos dedos donde aún se balancea un pequeño rayo de sol. El mejor horizonte posible. Hasta aquí llega un olor a bizcocho recién hecho, un olor a todo lo agradable que hay en el mundo.
La voz de Yuri se consume con las últimas cenizas del cigarro. Lo apagas con un gesto definitivo. Estás agitada. Yo retomo mis líneas en tu piel, sin prisa. Porque tengo todo el tiempo.

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