lunes, 30 de agosto de 2010

Una cerveza y un cigarro

- ¡Hola! ¿Me permitís un segundo?
O disparas a bocajarro o no tienes ninguna posibilidad, así que mientras saludas repartes las cajitas por toda la mesa, entre las cervezas, las coca-colas y un café con hielo. Notas el silencio repentino, las miradas incómodas, pero no importa, sigues hablando e intentas no mirar las cervezas, sobre todo las cervezas.
- Soy madre soltera. Estoy en paro desde hace un año y no encuentro trabajo. ¿Me compráis una? Son sólo tres euros…
Has mentido: no tienes hijos pero ¿y qué?, todo el mundo miente. No quieres mirarles porque ya sabes lo que verás. Sus caras calladas, los ojos amables, pretendidamente compasivos. Siempre hay alguno que mira para otro lado, dos que sonríen cómplices e impacientes. El resto te ignora pero calla. Nadie se atreve a decirte lo que todos piensan: que te largues, que molestas, que estábamos hablando y nos has interrumpido, que no eres bienvenida. Nadie lo dice pero no hace falta, porque al final miras y ves que está escrito en la media sonrisa del chico rubio, en la morena que niega con la cabeza, en las sacudidas de la pierna del chico de gafas. No importa, tú sigues hablando.
- Las he hecho yo, ¿os gustan? Son de sándalo, mira, huele, huele…
Pero el chico rubio rechaza la caja con una sonrisa nerviosa.
- ¿A que huele bien?
Los dos sabéis que no lo ha olido, pero él asiente a pesar de todo y enseguida aparta la mirada. Una de las chicas da un trago a su cerveza y ya no puedes evitar las ganas de beber y también te apetece un piti y estás a punto de pedir uno pero recuerdas a tiempo a qué has venido, por qué estás allí, frente a seis desconocidos, con las cajitas desparramadas por la mesa.
- Son solo tres euros, las he hecho yo… Venga, compradme una, son solo tres euros.
Y es cierto, las has hecho tú y se nota. Están un poco sucias y algo astilladas, los lados no encajan, pero no importa. Por alguna extraña razón la gente se siente bien comprándote algo que cree que has hecho tú. Si está un poco estropeado es casi mejor. Pero estos siguen callados y nadie saca la cartera. Venga, solo uno, con que se lance uno el resto siguen. Siempre hay uno que se siente mal y piensa que total, son tres euros, y arrastra al resto. Pero no, se mantienen firmes en sus sillas de aluminio aunque notas que se revuelven un poco. Están incómodos. Da igual.
- Aunque sea, compradme una entre todos, solamente una...
Esta vez sí, la chica morena se decide y te dice que no, que no te vamos a comprar nada, que muchas gracias. Lo dice de manera amable, firme pero amable, pero eso no evita que te cabrees. Y entonces recoges bruscamente las cajas. No te despides, buscas ya otra mesa. No, una pareja no, las parejas nunca compran nada. Oyes a tu espalda que los seis han retomado la conversación y ríen. Da igual, ya da igual, solo quieres tres euros, ¿me compras una cajita?, para comprarte una cerveza, una puta cerveza. Y quizás también pidas un cigarro.

5 comentarios:

  1. Basado en hechos reales, sí, como casi siempre, aunque luego dejan de serlo :)

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  2. Descripciones brillantes, grandes verdades.

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  3. No sé si son grandes verdades, pero son las verdades de la chica, eso seguro. Gracias por pasarte, Silvia. :)

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