martes, 24 de junio de 2014

Habitación número 18

Dicen que la mujer vive en una casa en el interior del bosque. La casa es de madera, ¿te lo imaginas?, sin electricidad… y de los grifos no sale agua, pero tiene un pozo y la tierra filtra la suciedad, todo ese dolor que hemos provocado. Es agua transparente, no sabe a plástico, fría y limpia, no sabe a plástico. El bosque le da resguardo: aunque alrededor no hay más que desolación y humo, dentro del bosque todo tiene más color, más fuerza, está más vivo. Dicen que ella se alimenta de lo que le dan la tierra y los animales: moras, arándanos, fresas salvajes y miel, infusiones de hierbas, leche y queso de las cabras, ¿sabes cómo son las cabras?, tienen cuernos, trepan por los montes, hacen: beeeee, beeeee. Sí, así: beeeee… ¡Ríe, me gusta verte reír! [¿Cuándo fue la última vez que me manché los dedos comiendo moras?]. La mujer también vive acompañada por palomas, pero no palomas sucias y grises como las que has visto en la ciudad, no, palomas blancas, brillantes, y también caballos y conejos y gallinas que dan huevos, y perros que se pasean sueltos y juegan con la mujer y la protegen igual que protegen a los demás animales de los intrusos: ladran y gruñen cuando alguien, un humano, se acerca a la cabaña. Pero sobre todo juegan, sobre todo juegan, y dicen que por las noches la mujer se sienta fuera de la cabaña y observa el cielo que se recorta entre las ramas de los árboles. No se ve nada más allá del velo de polvo, pero ella se sienta todas las noches, observa el cielo y espera. Sí, nosotros también, vamos de aquí para allá y esperamos, hoy en esta habitación, mañana quién sabe dónde, pero esperamos. Todos esperamos, a nuestra manera… menos tu madre, tu madre… Perdóname, no voy a hablar de ella, lo siento, sé que no te gusta, lo siento... [Inés… Inés… ¿por qué no supiste esperar, por qué no pude ayudarte?] ¡Las estrellas! Sabemos que están ahí, ¿verdad?, por encima de nuestras cabezas, y queremos que vuelvan, esperamos que vuelvan. Las has visto en la pantalla de tus libros, te han explicado sus nombres, pero nunca te has asomado a un cielo estrellado, a la luna hinchada y enorme como un globo, al paso premonitorio de un cometa. Eres demasiado joven, demasiado joven. No, no sé dónde está el bosque. Claro que la mujer existe, ¿para qué iba a mentirte? Quizás dentro de un tiempo, cuando las cosas estén más tranquilas… Ya no quedan tantos bosques, no puede ser difícil de encontrar. Y cuando lleguemos la mujer estará allí, junto a la cabaña, esperando, mirando al cielo, y miraremos el cielo con ella, y quizás nos invite a comer un poco de queso y podremos jugar con los perros, recoger moras y fresas salvajes, jugar con los perros. Sí, te lo prometo. Ahora, duerme; sueña con las estrellas. [No van a volver, no van a volver].

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