martes, 1 de julio de 2014

Habitación número 11

Bailamos.
Alguien lleva el ritmo golpeando el escritorio y la mesa tiembla y por sus bordes se van derramando las cosas – bolígrafos, carteras, una taza de té, una brújula- y parece que al tocar la moqueta quieran acompañar también la música: toc, plom, toc, toc. Alguien salta en la cama, dibuja volteretas en el aire. Alguien canta, usa la pantalla de una lámpara como altavoz. Alguien silba y la melodía vuela como un pájaro por la habitación. Alguien ríe muy alto. Ríe, ríe, ríe. Alguien da palmas y no sigue el ritmo y no nos importa.
Bailamos, y a veces alguien lo hace tan bien que queremos hacerlo igual y nos mece el mar: nos movemos al unísono como posidonias, pero nunca iguales. Abrimos grandes los ojos debajo del agua.
Alguien lee en la bañera así que entrecerramos la puerta para que pueda volver al final de su viaje. Alguien disfraza su rostro tras una máscara de búho y qué ojos tan hermosos.
De pronto, un chillido nos eriza la piel: alguien está en el suelo, se retuerce, dolor, protege en sus manos el tobillo como un pájaro herido. Silencio. Y entonces caemos todos, nos acurrucamos los tobillos en nuestras manos como si fueran pájaros heridos, chillamos, nos retorcemos hasta que a todos, inevitablemente, nos entra la risa sobre la moqueta y la risa nos deja exhaustos y nos cura el dolor.
Bailamos y sudamos y jadeamos de alegría y nuestros cuerpos se confunden en la tenue luz de las lámparas.
Alguien se sienta en el suelo, se abraza las rodillas, cierra los ojos, se balancea. Su rostro tranquilo es, por un momento, todo lo que queremos ser.
Cuando vienen a protestar, tocan suavemente la puerta, con educación, y les invitamos a unirse. Cuanto más protestan, más insistimos: pasad, pasad, pasad. Hay quien se escandaliza y se va, hay quien vuelve al rato y esta vez toca la puerta bien fuerte, con entusiasmo. Sólo hay una condición: tenéis que vaciaros los bolsillos al entrar.
Bailamos y hemos olvidado nuestro nombre.
Hemos bajado las persianas: afuera ya no hay nada, todo está aquí dentro.

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